Por: Diego Lafuente
La semana pasada leí un artículo que se podría calificar de inquietante en El Mundo. En él, Robert Thomson, el director de “The Wall Street Journal”, hace una serie de reflexiones muy interesantes acerca del futuro del periodismo, de los modelos de negocio y del valor de las cosas. En el periodismo pre-Internet, que puede sonar muy lejano en el tiempo pero que en realidad data de 1993, parecía estar muy claro el valor de las cosas. Más que nada porque las cosas (la información para ser más preciso) tenían un precio: si yo quería leer a un columnista en particular, y ese columnista escribía en El País los martes, pues no tenía más remedio que pagar los veinte duros que valía el periódico. O eso o los veinte duros que valía un café en un bar donde hubiesen comprado el periódico. O las novecientas pesetas de un corte de pelo en una peluquería de barrio y la pericia suficiente como para buscar entre todos los Interviús algún periódico de información general. Pero tenía un coste para el lector, y lo más importante, un ingreso para el autor del artículo y para el editor del periódico. Y ambos dos (el autor del artículo y el editor del periódico) tenían una base para calcular el “valor” de la columna de los martes. “La columna es el XX% de valor del periódico, y los martes vendemos YY periódicos, luego el valor de tu artículo es ZZ€”. Y es MUY importante conocer el valor de las cosas que haces. Especialmente si quieres venderlas.
Pero desde 1993 (y si me apuras en los últimos 10 años), la cosa ha cambiado, y mucho. Todos los diarios y medios de información tienen una web, y la mayoría de ellos son gratuitos (de libre acceso). Es decir que la información por la que antes pagabas dinero si la querías leer, ahora es gratis, y sin embargo los artículos, los columnistas, los corresponsales y el resto de miembros de la cadena que transforma un hecho en una noticia o en un artículo de opinión siguen aportando valor. Bien, pues la pregunta es: ¿quién lo paga?, o incluso, ¿quién recibe los beneficios por eso que se paga? Desde luego si se paga algo, lo deberían recibir aquellos que aportaron el valor. Por eso es tan importante saber quién aportó qué.
Larry Page y Sergey Brin son ambos dos unos visionarios de nuestro tiempo. Visionarios porque un 4 de Septiembre de 1998 supieron ver la que se estaba montando en Internet (básicamente un colosal almacén de todo tipo de información), y supieron descifrar qué era lo más importante que ese monstruo naciente iba a necesitar: una herramienta capaz de organizar todo ese follón y hacerlo accesible a todo el mundo. Para un humilde usuario como yo, podría parecer que Google es una ONG, porque da un servicio prodigioso y no te cobra nada por utilizarlo. Ni el buscador ni las decenas de herramientas satélite que tiene. Y sin embargo los números de Google no sugieren precisamente que sean hermanas Carmelitas en busca de la salvación eterna. Esto es porque además de visión, equipo y una excelente tecnología tienen un impecable plan de negocio envolviéndolo todo. Yo, Google, quiero que todo el mundo me utilice, y por eso es gratis utilizarme. Pero si tú, Empresa, te beneficias económicamente gracias a mi existencia, entonces lo justo es que compartamos ese beneficio. El modelo es por supuesto mucho más complicado, pero ésta es la base. Y así surgió la publicidad contextual de Adsense, los “Sponsored Links” y otro ejército de aplicaciones que básicamente cumplen la siguiente función: “si no eres lo suficientemente bueno o grande como para aparecer entre los primeros de nuestro buscador, siempre puedes pagar para aparecer en los anuncios. Y además yo, Google, como soy tan listo, haré que tu anuncio le aparezca precisamente a tu público objetivo”. Es la potencia y la magia de saber manejar cantidades ingentes de información de manera inteligente. Es decir, que si cuando alguien busca la palabra “viajes” tu agencia no sale, y quieres que salga (siempre aclarando que se trata de un anuncio), puedes comprar la palabra. Y además Google sólo te cobra si alguien accede a tu página a través de ese anuncio que has puesto. Parece justo ¿verdad?
Pero lo cierto es que si esa cantidad ingente de información no existiese (o no fuese pública, es decir accesible por todos), Google perdería su razón de ser. Es decir, que si todas las páginas de Internet fuesen de acceso restringido y no permitiesen a Googlebot (yo me lo imagino como una suerte de R2D2 pero con una libreta muy gorda) husmear por su interior, Google se quedaría vacío y dejaría de existir. En cierto modo Google existe y gana (mucho) dinero porque los contenidos de Internet son accesibles para la gente en general y para Googlebot en particular. ¿Es Google un parásito?, ¿debería Google compartir sus beneficios con toda la gente que aporta contenidos a Internet? Creo que esto mismo se lo ha planteado Rupert Murdoch cuando la semana pasada planteó hacer “The Wall Street Journal” de pago y vetar la entrada al R2D2 de Google. Si esto ocurriese jamás se encontrará nada publicado en este periódico a través de Google. Murdoch piensa que el dinero que está ganando Google gracias a que “The Wall Street Journal” esté abierto debería ir, al menos en parte, a la cadena de valor periodística de la que hablábamos al inicio del artículo, es decir, al columnista, al corresponsal, etc. Y ante la imposibilidad de cobrárselo a Google ha planteado convertir el medio en uno de pago. Haciendo esto Murdoch conseguirá, por un lado, poner en valor lo que hacen sus redactores, analistas y columnistas, y por otro lado poder devolverles al menos parte de ese valor que han aportado. Y además conseguirá que lo que él considera un parásito (Google) se deje de lucrar a su costa. Yo particularmente no estoy de acuerdo con esa visión. Efectivamente Google se lucra gracias a la existencia de “The Wall Street Journal” pero:
- A lo mejor ese dinero que se lleva Google gracias a la existencia de “The Wall Street Journal” (y que es muy difícil de calcular), es un valor que ha generado el propio Google, es decir, que si Google no existiese, ese beneficio tampoco existiría (ni para Google ni para Murdoch).
- Google te compensa por el hecho de que dejes pasar a Googlebot a tu web, pero no con dinero, sino con tráfico: gente que visita tu página, y que si no existiese Google jamás habría llegado allí. Es tu misión rentabilizar esas visitas una vez que llegan a tu web.
Yo personalmente creo que Google aporta valor, y mucho. Una Internet sin Google (o algo similar) sería un espacio más caótico, menos interesante, menos accesible, menos utilizable, menos atractivo y desde luego menos rentable para aquellos que hacen negocio en ella. En cualquier caso lo que plantea Murdoch me parece muy interesante: hasta ahora se daba por hecho que Internet es abierta y gratis por defecto, y que Googlebot puede pasear por ella a sus anchas. Pero en realidad es muy sano parar, respirar hondo un par de veces y echar cuentas. ¿Soy capaz de aprovechar las visitas que vienen gracias a Google o me merece la pena hacer de mi parcela en Internet un coto privado? Porque está claro que para Murdoch tienen más valor los visitantes que pagan voluntariamente por leer su diario (los suscriptores) que los que accidentalmente llegan a “The Wall Street Journal” a través de Google. Parece que ha echado las cuentas y le salen mejor teniendo menos lectores, pero más fieles y “más capaces” (pagan por ello) de apreciar el valor que añaden sus redactores y columnistas. Es la forma tradicional de hacer negocios: esto es lo que hago y esto es lo que vale. Si lo quieres, éste es el precio. Es la visión tradicional, y no necesariamente equivocada. Creo que Google ha planteado una forma totalmente revolucionaria de hacer negocio en Internet (a través del tráfico y de la publicidad contextual). Pero hacerlo así debería ser una opción, no una obligación. Y eso es lo que parece que va a hacer Murdoch: elegir.
Por cierto, que para escribir este artículo he hecho exactamente ocho búsquedas en Google, y las ocho me han sido útiles. Así que en justicia, si yo sacase algo en limpio de esto, debería compartirlo con ellos. Se admiten donaciones.