Por Íñigo Segura
Director General de Fedit
España (y Europa por las consecuencias a largo plazo que eso conllevará) debe prestar especial atención a que las políticas de ciencia y tecnología europeas no tengan como consecuencia la creación (o reforzamiento) de grandes oligopolios científicos y tecnológicos. De nuevo la realidad demuestra que el éxito de los continentes más eficaces en transformar necesidades de mercado en grandes beneficios económicos, y por lo tanto empleo, se basa en políticas inclusivas en las que desde el más pequeño al más grande y en cualquier sector económico tiene la misma oportunidad para ofrecer una respuesta original a una necesidad del mercado mediante la incorporación de una nueva tecnología. De esta manera las grandes multinacionales americanas son en gran parte fruto del crecimiento de pequeñas o micro empresas mientras que las grandes empresas europeas, se han construido a partir de fusiones, adquisiciones o absorciones de empresas con una vida muy larga.
También en este caso las resistencias serán muchas. Abrazar el camino de la destrucción creativa, que es la única forma de abordar el progreso económico para que éste sea sostenible (tal y como describió Schumpeter) no es fácil de asumir por aquellos que se ven amenazados por esa dinámica.
La definición de nuevos instrumentos para la puesta en marcha de grandes iniciativas europeas en diferentes ámbitos temáticos, sectoriales o tecnológicos corre el riesgo de consolidar las posiciones de grandes grupos industriales o tecnológicos y cerrar las puertas a pequeñas empresas o emprendedores con alto potencial de crecimiento por su excelente comprensión de las necesidades del mercado y su excelente capacidad de desarrollar tecnologías nuevas relevantes para cubrir dichas necesidades de una manera económicamente eficiente.
El ámbito científico ya consiguió, mediante la creación del “European Research Council”, su cuota de poder e independencia programática y económica a partir de la formulación de la “paradoja” Europea como explicación de los pobres resultados de las políticas de ciencia y tecnología y la consideración del “conocimiento científico” como eje sobre el que basar la competitividad de Europa. Lógicamente los grandes grupos industriales y tecnológicos también desean conseguir blindar sus presupuestos y líneas de trabajo mediante la creación de nuevas iniciativas europeas e instrumentos de participación (JTI, PPPs,…) financiados a través de los diferentes Programas Marco en los que la participación de “new comers” será muy difícil. Avanzamos así, de nuevo, hacia “políticas extractivas” (descritas por Acemoglu y Robinson en su reciente libro “Why Nations Fail”). Si no conseguimos corregir esta tendencia (círculo vicioso) hacia políticas que favorecen la concentración de influencia y poder económico en unos pocos, ahogaremos las oportunidades que en Europa surgen todos los días para mejorar la competitividad de nuestro continente.
La Comisión Europea aborda la simplificación de la participación como uno de los puntos más relevantes a corregir mediante Horizonte 2020. La pregunta relevante es hacia qué objetivo se dirigen los esfuerzos en materia de simplificación. ¿Se quiere conseguir la reducción de los costes de participación para aquellos que participan o reducir las barreras de entrada para “new comers”?. Las medidas parecen más bien orientadas a resolver el primero de los problemas y no el segundo. Las barreras de entrada para los “new comers” no son exclusivamente, ni en su mayor parte, originadas por los problemas burocráticos generados por la preparación de propuestas, la documentación a remitir durante la justificación o los procesos de auditoría posteriores, que son muy elevados.
Los problemas para los “new comers” se derivan de no “estar en los circuitos” ni “círculos de influencia”, y por tanto de poder, que circundan los diferentes Programas Marco europeos. Un “new comer” debe saber en qué medida no supone competencia para otro que ya se encuentra dentro del “circuito”, debe invertir en lobby dedicando recursos para viajar frecuentemente a Bruselas con el fin de influir en los diferentes “topics” (puesto que en caso contrario tus intentos de participación son inútiles), realizar jornadas y eventos de manera que, después de varios años y siempre que demuestres a los “well stablished” tu potencial, “tengas derecho” a un pequeño papel, muchas veces ni siquiera secundario, en un primer proyecto. Es por ello que se hace muy difícil que pequeños grupos y pequeñas empresas con alto potencial de crecimiento puedan penetrar las barreras de participación en el Programa Marco (lo que, como se ha dicho antes, diferencia a Europa de países como Estados Unidos). Si no eres grande tus oportunidades son muy reducidas. Una vez formas parte del “club” tus necesidades cambian y tu inversión pasa a centrase en consolidar la posición y mejorar los retornos de la misma: maximización de la contribución europea para la financiación de tu proyecto, libertad para elegir libremente tus líneas de trabajo gestionando programas sectoriales o tecnológicos de tu interés a través de grandes iniciativas europeas y reducción de los procedimientos burocráticos asociados a las ayudas. Comienza así la fase de “extracción”.
Como consecuencia de ello si no eres grande tienes grandes probabilidades de no poder participar ni en el Programa Marco ni en las nuevas iniciativas europeas por la gran inversión que conlleva la ruptura de las barreras de entrada antes mencionadas. Y lo que es peor, como consecuencia importa lo grande, no lo excelente.
Si la simplificación se orientara a los “new comers” de pequeña dimensión pero igual o mayor capacidad para obtener rentabilidad económica mediante el desarrollo tecnológico orientado a resolver una necesidad del mercado, deberían establecerse los correspondientes incentivos. Para ello se debería exigir la efectiva apertura de los programas, proyectos o iniciativas a “new comers” y por lo tanto la continua exploración en búsqueda de los mejores independientemente de su tamaño y capacidad de influencia.
Mientras tanto en España se consolida la división entre los dos mundos: el de aquellos que están y que año tras año consolidan y refuerzan su posición: el reducido número de empresas innovadoras (en las que las pequeñas están claramente infra-representadas) y el resto, mucho mayor, de empresas que se sienten alejadas y poco atraídas por las políticas de ciencia y tecnología españolas.
La promoción (y exigencia) de políticas inclusivas a nivel europeo es de especial importancia para España puesto que la dimensión de los agentes de nuestro sistema de I+D es pequeño. Pero igualmente lo es que las políticas se dirijan mucho más que antes hacia el desarrollo experimental, a pesar de que eso encuentre las mismas o incluso mayores resistencias dentro del ámbito científico en España que en Europa.