Por: José María Guijarro
Subdirector del Instituto Tecnológico de Óptica, Color e Imagen (AIDO)
Doctor en Economía
EL TRUENO CHINO
Un antiguo proverbio chino dice “Cuando rompe el trueno, ya es tarde para taparse los oídos”. Yo no sé si lo que me ha venido encima es una tormenta o un chaparrón pero, desde luego, después de visitar este verano China, he descartado muchísimos prejuicios que tenía sobre ese gran pueblo. Todos lo criticamos, pero ¿quién reparte los pararrayos o los impermeables? Parece mentira que nuestra balanza comercial con este gigante sea tan ridícula, sobre todo, si hablamos de nuestra inversión allí, que apenas roza los escasos 80 millones de euros.
Atrás quedaron en la historia aquellos tiempos en los que la actividad de nuestras empresas se enmarcaba en los municipios o provincias. Según el último informe del Observatorio de Empresas en Europa, casi el 50% de las ventas de las pymes españolas se realizan en mercados exteriores, pero lo lamentable es que los destinos sean, casi siempre, los mismos. A esto se le ha unido que el desarrollo tecnológico ha generado la batalla de los factores internos, que hasta ese momento ponía trabas a la competitividad basada principalmente en el coste de la mano de obra y de las materias primas locales.
Hasta un niño es capaz de entender hoy en día la razón de ser de economías emergentes como Asia y América Latina, que suponen no sólo un mercado potencial para nuestros productos de calidad sino también una tierra de oportunidades. Conozco empresas simbólicas de nuestra Comunidad afincadas en China que han optado por una subcontratación, una joint venture o cualquier otro tipo de sistema de colaboración o cooperación empresarial y, créanme cuando sostengo que ninguna de ellas se ha arrepentido de dar dicho paso, más bien todo lo contrario. Los resultados en el corto plazo han sido espectaculares.
China tiene en la actualidad tantos científicos como Estados Unidos o Europa. En breve, les aseguro que hablar de producción masiva barata, estándares de calidad bajos y poco valor añadido formará parte del pasado. En pleno 2010, 40 millones de chinos trabajan en el entorno de la I+D, y ahora, más que nunca, buscan escenarios de cooperación con el resto del mundo. Recientemente, el gobierno chino y la Comisión Europea han celebrado una semana dedicada a la ciencia en Shangai dentro del marco de la Exposición Universal. En dicha reunión, se habló de un cierto frenazo a la inversión en I+D, y los chinos lo mostraban con gran preocupación, con un crecimiento estimado para el 2010 de un 8% frente al 30% del 2009, o el 27% obtenido en 2008. Además, el número de solicitudes de patentes al año supera ya las 200.000 y el volumen total de publicaciones científicas ha pasado del 3,1% en 1998 a un 11% en la actualidad.
Junto a estos datos hay que tener en cuenta que, por primera vez en la historia, la economía china ha superado en PIB nominal al propio Japón, a pesar de los 1.300 millones de chinos que siguen al margen de este progreso.
Aunque la diversificación territorial del país es la causa de que el desarrollo industrial se materialice en algunos puntos concretos, es cuestión de tiempo que avance su expansión. Será entonces cuando el intervalo que existe entre la visión del relámpago y el sonido del trueno se vuelva cada vez más corto, anunciado seguramente, un gran diluvio. Si no queremos esperar a aguantar el chaparrón, tendremos que desprendernos de temores infundados y ver a China como una gran oportunidad para invertir y potenciar nuestros productos. ¡Espabilemos!