Por: Albert Matarrodona
Subdirector: Presidente de la Asociación Catalan de Tecnología ACTec y Director Ejecutivo del Centro Tecnológico LEITAT
Ya nadie pone en duda que la innovación industrial, especialmente aquella basada en la tecnología, eleva el nivel de competitividad del tejido industrial, permite a las empresas (pequeñas, medianas y grandes) salir al terreno de juego de los negocios a nivel global con mayores probabilidades de éxito, mejorando su ratio de supervivencia en algunos casos y generando nuevas empresas y empleo en otros.
Sin embargo, no observamos a nuestro alrededor que se produzca un crecimiento económico significativo basado en la innovación industrial. Tampoco lo es la inversión en nuevas tecnologías productivas y los casos de creación de empresas de base tecnológica parecen insuficientes. De todo esto da cumplida información el Innovation Scoreboard 2010 recientemente publicado, donde España no alcanza la media europea de los 27. Por otro lado, el citado desarrollo científico en España es muy notable, alcanzando el 3% de la producción mundial, que nos coloca en un muy significativo noveno lugar del ranking, en este caso, mundial.
Parecería a priori que disponiendo de este potencial de conocimiento, sería sencillo promover la generación de una nueva economía basada en el conocimiento, pero ya se ha demostrado que la relación no es ni directa ni lineal, y que otros factores afectan muy significativamente en este proceso, como los modelos legislativos y fiscales que regulan el flujo de capitales, la promoción de políticas públicas de incentivación del riesgo tecnológico o la promoción de culturas relacionadas con el espíritu emprendedor entre los más significativos.
La mayor brecha
Esta brecha entre el potencial de generar conocimiento científico de calidad que se deriva de la investigación y la generación de valor económico a través de la innovación industrial aplicada no es tan amplia en ninguna otra economía del planeta: es nuestra paradoja catalana y lamentablemente empieza a ser internacionalmente conocida por su singularidad.
La complejidad aparece cuando se trata de analizar cuáles deberían ser las actuaciones para corregir ese desequilibrio y recuperar proporciones normales entre la generación de conocimiento y la habilidad para generar economía productiva.
Otras economías han abordado ambos ámbitos casi como independientes, tratando de definir grandes líneas estratégicas en el ámbito del conocimiento científico, y por otro lado, diseñando programas de activación de la innovación, como el denominado Startup America de la Administración Obama. Lamentablemente, junto a las acciones decididas que se deben emprender, la intensidad y el plazo de ejecución son otros factores de gran relevancia.
Programas competitivos de fomento en la transferencia de tecnología, mejoras en la fiscalidad del capital riesgo, facilidades en la incorporación de talento a las empresas, o apoyo intensivo a la I+D+ industrial, son algunas de las acciones a emprender, donde en estos momentos nos encontramos en clara desventaja competitiva si comparamos, la inversión del gobierno de I+D en empresa ha sido 5 veces superior en el País Vasco y 18 veces en países como Finlandia. Nos encontramos inmersos en un periodo donde debe imperar la austeridad presupuestaria, aunque Alemania está ahora recogiendo los frutos de haber reducido todas las partidas, a excepción de las dedicadas a educación e I+D+i.
Pero tenemos todos los mecanismos para que la transferencia tecnológica sea una realidad. Los Centros Tecnológicos y otros agentes de transferencia tecnológica agrupados en la Actec (Asociación Catalana de Tecnología), somos uno de los actores que deben acompañar a las empresas en este proceso de transferencia de conocimiento a valor económico. En ayudarlas a convertir conocimiento en capacidad para acceder a nuevos mercados y mejorar su competitividad.
En la coyuntura actual es complejo decidir cuáles deben ser las acciones prioritarias que se deben apoyar con recursos públicos, pero parecería consecuente apoyar aquellas actuaciones que tengan más efecto multiplicador sobre la generación de valor social y económico ya que permitirá al país recuperar más rápidamente la senda del crecimiento económico y de la creación de puestos de trabajo.