Transferencia de Tecnología, Empleo e Industria en España

Por Julio César Ondategui
Área de Cooperación Tecnológica
Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid

Durante años la creación de empresas universitarias ha sido y, aún lo es, una función más añadida a las ya centenarias de docencia e investigación universitaria. Esto ha hecho creer que se podía cambiar el tejido industrial por la introducción de microempresas especializadas en sectores pujantes y que son más o menos a su manera líderes en algunos segmentos de mercados. Así, las universidades, conocedoras de que los tiempos en el mediterráneo son lentos, tal vez demasiado lentos, se lanzaron a crear empresas de base tecnológica y a impulsarlas, al mismo tiempo que se construían nuevas universidades y aparecían campus y nuevos espacios productivos (1).
Sin entrar en lo que se considera una empresas surgida de la universidad ni en el cómo o en el cuanto tiempo están estos proyectos en las incubadoras, hoy, poco a poco nos vamos encontrando con ejemplos que intentan desafiar el cambio tecnológico con ideas de negocio basadas en nuevos hallazgos. Son nuevas empresas centradas en el desarrollo de medicamentos innovadores, equipos médicos, herramientas de interfaz, tecnologías de información o comunicación, bioproductos, nuevas aplicaciones para diagnosis en humanos y animales, etc. En general estas pequeñas empresas si están asistidas y subsidiadas muestran una tasa de supervivencia alta por lo que convierten conocimientos científicos en posibles ideas rentables a largo plazo.
Según los datos proporcionados por la Red de las Oficinas de Transferencia de Resultados de Investigación (Red Otri), desde 2000 hasta 2010 se han creado en España unas 1.000 spin off universitarias, es decir cada universidad (sin tener en cuenta centros investigación que también tienen Otris o unidades especializadas a tal fin y universidades privadas) que tenemos, ha creado unas 15 NEBT en 10 años. De las 604 spin off creadas en los últimos cinco años contabilizados, perviven 536, es decir, un 87%; o sea, que la tasa de mortalidad, según los datos disponibles, ha descendido, y además el ritmo de creación aumenta en la segunda mitad del período considerado. Entre las universidades más prolíficas en creación de spin off se encuentran la UAB (Barcelona), la UPC (Cataluña), la UAM (ya en Madrid), la UP de Madrid, la del País Vasco, la Universidad de Granada y la UP de Valencia en su Ciudad de la Innovación. Y, entre las áreas de actividad más propensas para crear posibles empresas nos encontramos con la informática -el 54%-, el poco o nada definido todavía sector de I+D -20%-, la química con el 17%, y la biotecnología con el 9%.
Estas nuevas empresas con innovaciones tecnológicas se van convirtiendo en herramientas que ayudan a alcanzar el equilibrio entre eficiencia de la investigación y las posibles necesidades de mercados (2). Sin embargo, a la vista de los resultados, una o dos spin off/año por universidad (3), diremos que en una sociedad caracterizada por la aversión al riesgo parece que cambiar los patrones de comportamiento habituales capaces de mejorar o aproximar investigación y demandas sociales en formato de negocios se ha tornado, pese a la multiplicación de mecanismos e instrumentos, en un reto complicado. Desde esta perspectiva, el medio millar de spin off son un ejemplo
pues intentan llevar a la práctica el concepto de transferencia de tecnología, salen con investigación de los departamentos y laboratorios de las universidades, orientan al mercado su producción y, tal vez si complementan con otras herramientas, la ponen en valor con la facturación y mediante algunos empleos si pasan de la empresa unipersonal.
Porque, eso sí, se observa que la carencia de conocimientos en gestión empresarial, localización y mercados es algo de lo que adolecen la mayoría de proyectos universitarios. Por este motivo y para que los planes o programas locales y regionales (de las universidades, de los parques tecnológicos, de los gobiernos, etc.) sean exitosos con semejantes aventuras personales, se requiere introducir socios industriales que ayuden en el proceso de desarrollo y comercialización de las aplicaciones, productos o servicios diseñados. O sea, que la industria siempre es necesaria, sus actividades o tareas post-manufactureras también y, como no es posible nutrir el tejido productivo e industrial sólo con investigadores ya sean pre o post, ni crear clústers artificiales con una metodología única de arriba-abajo, la formación profesional también. Cualquier país industrial que se precie tiene una formación profesional avanzada bien diseñada y cuidada de la que también surgen empresas nuevas y, por cierto, desde hace muchos años patentes (4).

[1] Las Tecnópolis en España,Thonson Civitas, Cizur-Pamplona, Madrid.
[2] Parques Científicos, Centros e Infraestructuras Tecnológicas: una propuesta de análisis trespassing entre la economía industrial y la gestión del conocimiento, Madri+d. [3] Parques Tecnológicos e Infraestructuras para la Industria: http://www.madrimasd.org/informacionIdi/analisis/opinion/opinion.asp?id=42932, Madri+d.
[4] Parques científicos e infraestructuras tecnológicas: nuevos instrumentos de organización industrial Rev. Análisis Local, Escuela de Gestión de las AAPP, Madrid.

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